Escribo a la princesa de los cielos,
y escribo con el alma enamorada,
escribo en el silencio de la noche
tejiendo verso a verso en la distancia.
No importa que me acusen de locura,
ni temo a las cadenas y mordazas,
escribo simplemente a las estrellas
y a una que acapara mi mirada.
Es fácil contemplarla por la noche
luciendo sus vestidos y guirnaldas,
notando como lanza sus destellos,
los rayos del amor a quien la ama.
La rosa más preciada está en los cielos,
temblando por la brisa tan helada,
sus ojos son dos perlas diminutas
que a veces nos regalan unas lágrimas.
Entonces no reprimo mi suspiro
y beso las dos perlas tan sagradas,
las guardo en lo profundo de mi pecho
sintiendo que su amor llega a mi alma.
Escribo a la princesa de los cielos,
la rosa de los vientos añorada,
la misma que ha guiado a los navíos
y a hombres desterrados de su patria.
Escribo simplemente con mis letras
sacando de mi pecho lo que guarda,
la tierna sensación de los sentidos
la dulce maravilla de la calma.
Y entonces, sin saber, veo aquel baile,
un vals en las arenas de la playa,
las olas que llegaban a nosotros,
la estrella y el poeta que bailaban.
Se funde la locura de los cuerdos,
se agita el corazón mientras cabalga,
se nublan las razones de la mente
y amas en los brazos de tu amada.
¡Ay tierno corazón nunca te pares!
tus sueños son la luz de la mañana,
prosigue tus escritos a la estrella
y escucha al corazón que a ti te habla.
Escribo a la princesa de mis sueños,
aquella que de niño me acunara,
la estrella que en el cielo temblorosa
me dijo que me amaba sin palabras.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/03/10
y escribo con el alma enamorada,
escribo en el silencio de la noche
tejiendo verso a verso en la distancia.
No importa que me acusen de locura,
ni temo a las cadenas y mordazas,
escribo simplemente a las estrellas
y a una que acapara mi mirada.
Es fácil contemplarla por la noche
luciendo sus vestidos y guirnaldas,
notando como lanza sus destellos,
los rayos del amor a quien la ama.
La rosa más preciada está en los cielos,
temblando por la brisa tan helada,
sus ojos son dos perlas diminutas
que a veces nos regalan unas lágrimas.
Entonces no reprimo mi suspiro
y beso las dos perlas tan sagradas,
las guardo en lo profundo de mi pecho
sintiendo que su amor llega a mi alma.
Escribo a la princesa de los cielos,
la rosa de los vientos añorada,
la misma que ha guiado a los navíos
y a hombres desterrados de su patria.
Escribo simplemente con mis letras
sacando de mi pecho lo que guarda,
la tierna sensación de los sentidos
la dulce maravilla de la calma.
Y entonces, sin saber, veo aquel baile,
un vals en las arenas de la playa,
las olas que llegaban a nosotros,
la estrella y el poeta que bailaban.
Se funde la locura de los cuerdos,
se agita el corazón mientras cabalga,
se nublan las razones de la mente
y amas en los brazos de tu amada.
¡Ay tierno corazón nunca te pares!
tus sueños son la luz de la mañana,
prosigue tus escritos a la estrella
y escucha al corazón que a ti te habla.
Escribo a la princesa de mis sueños,
aquella que de niño me acunara,
la estrella que en el cielo temblorosa
me dijo que me amaba sin palabras.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/03/10
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