Cae la lluvia,
repica en los cristales
de las ventanas.
Y baja al suelo
silente de la calle
formando charcos.
Allí se quedan
los versos que las nubes
roban al cielo.
Versos amados,
queridos, recordados
en tantas veces.
Y tú los miras
con ojos complacientes
y con ternura.
Besos y versos
descritos, muchas veces,
por los poetas.
Y es que esos hombres,
los niños que van dentro,
son especiales.
Tienen el alma,
inquieta y transformada,
desde la infancia.
Y siguen niños,
no importa que los años
pasen por ellos.
Y tú sonríes,
lector impenitente
y hasta paciente.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/11/23
Esa mirada de niño, mirando llover, mirando charcos, o el agua que repiquetea sobre el cristal...que no la perdamos nunca, Rafael.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Gracias Maripau.
EliminarUn abrazo.
A la hora de escribir o leer, nuestro niño/a interna está despierto y con su corazón latiendo fuerte, muchas veces haciéndose las mismas preguntas que hace medio siglo atrás.
ResponderEliminarGracias por la sonrisa que nos dibujas amigo. Un fuerte abrazo.
Paty
Gracias Paty.
EliminarUn abrazo.
Que esa lluvia limpie el alma y nos traiga felicidad. Un abrazo Rafael.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo.
Bonita lluvia para los niños, ellos disfrutan sus charcos y frescor, pero a los mayores no nos gusta tanto recibirla, es bello verla.
ResponderEliminarSaludos Rafael.
Es como dices, María Rosa.
EliminarUn abrazo.
Cuanta falta nos hace esa lluvia. Nos conformaremos con tus hermosos versos. Feliz tarde de jueves. Un abrazo Rafael
ResponderEliminarGracias Carmen.
EliminarUn abrazo.
Pues, sí, sonreí.
ResponderEliminarAdoro la lluvia inspiradora de poemas. Amo pasear de noche bajo la lluvia.
La niñez condiciona, sí.
Abrazo, Rafael.