Con las manos manchadas del trabajo
regresas para casa en una tarde,
te vuelves muy cansado y cabizbajo
sin nadie que te espere ni retarde.
No tomas ya siquiera aquel atajo
ni vuelves con firmeza y con alarde,
olvidas tu alegría y desparpajo
y llegas con la cara de un cobarde.
Hay algo que te quema y que te inflama,
el fuego de tu pecho moribundo
que alienta los rescoldos de la hoguera.
Te marchas paso a paso hacia la cama,
en busca de la nada de este mundo
al sueño y el silencio que te espera.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/09/10
regresas para casa en una tarde,
te vuelves muy cansado y cabizbajo
sin nadie que te espere ni retarde.
No tomas ya siquiera aquel atajo
ni vuelves con firmeza y con alarde,
olvidas tu alegría y desparpajo
y llegas con la cara de un cobarde.
Hay algo que te quema y que te inflama,
el fuego de tu pecho moribundo
que alienta los rescoldos de la hoguera.
Te marchas paso a paso hacia la cama,
en busca de la nada de este mundo
al sueño y el silencio que te espera.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/09/10
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