Se apagan las luces del cielo,
se duermen sin más las estrellas,
se quedan los astros callados,
dejando en silencio la tierra.
Hay niños que siguen durmiendo,
hay hombres que van de faena,
las olas que trae la resaca
no saben de luces y fiestas.
Un beso que mandan los labios
y busca feliz una puerta,
se escapa del pecho del joven
y besa otros labios con fuerza.
No importa que cubran las sombras
balcones, tejados y aldeas,
ni importa que cierre los ojos
la luna de tierna silueta.
Hay algo que llega en la noche
que vibra, que excita y se queda,
parece ese soplo divino
al alma tranquila, que sueña.
Un coche que pasa en la calle
con luces que rompen la niebla,
nos vuelven un poco a la vida
sintiendo motores y ruedas.
Por eso los gallos levantan
alzando su voz en la huerta,
diciendo que ya viene el alba
y es hora de ir a la iglesia.
También a partir al trabajo,
de arar y sembar las cosechas,
de ir preparando las barcas,
los remos, las redes y velas.
Ya surgen canciones y voces,
las almas al fin se despiertan
y tiemblan un poco de frío
con hambre, con sed y pereza.
Pereza por ir al trabajo
dejando en el lecho la huella,
la cálida paz y los besos
del alma que ama y desea.
Rafael Sánchez Ortega ©
Percha 09/09/10
se duermen sin más las estrellas,
se quedan los astros callados,
dejando en silencio la tierra.
Hay niños que siguen durmiendo,
hay hombres que van de faena,
las olas que trae la resaca
no saben de luces y fiestas.
Un beso que mandan los labios
y busca feliz una puerta,
se escapa del pecho del joven
y besa otros labios con fuerza.
No importa que cubran las sombras
balcones, tejados y aldeas,
ni importa que cierre los ojos
la luna de tierna silueta.
Hay algo que llega en la noche
que vibra, que excita y se queda,
parece ese soplo divino
al alma tranquila, que sueña.
Un coche que pasa en la calle
con luces que rompen la niebla,
nos vuelven un poco a la vida
sintiendo motores y ruedas.
Por eso los gallos levantan
alzando su voz en la huerta,
diciendo que ya viene el alba
y es hora de ir a la iglesia.
También a partir al trabajo,
de arar y sembar las cosechas,
de ir preparando las barcas,
los remos, las redes y velas.
Ya surgen canciones y voces,
las almas al fin se despiertan
y tiemblan un poco de frío
con hambre, con sed y pereza.
Pereza por ir al trabajo
dejando en el lecho la huella,
la cálida paz y los besos
del alma que ama y desea.
Rafael Sánchez Ortega ©
Percha 09/09/10
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