jueves, 2 de septiembre de 2010

ES SEPTIEMBRE

He venido a la vida en un septiembre
y septiembre es el mes de los colores,
el mes de los dorados otoñales,
con días de creciente fantasía.

Sin embargo septiembre es diferente,
es el tiempo que sale del letargo,
son los días que abren los colegios
y se hacen más cortas las mañanas.

He aprendido a quererte, mi septiembre,
a sentir el latido de tus días,
a esperar esa fecha tan lejana
en que el fuego y la luz vino a la tierra.

Porque fue, sin dudarlo, aquel momento,
un suspiro arrancado del destino,
un embrión germinado en fino vientre
con el soplo divino de unas manos.

Y llegué, como todos los mortales,
a la tierra fecunda en un septiembre;
aquí vine a este norte y a esta costa
a una villa que mira a las montañas.

Y crecí entre chicos marineros,
y jugué por los corros y las plazas,
me bañé en las aguas de sus rías,
comulgando mi cuerpo del salitre.

Desde entonces hay algo que me tira,
que me atrae con su fuerza irresistible,
que subyuga mi mente y los sentidos
a esta tierra que me habla sin palabras.

Y es aquí, un primero de septiembre,
cuando nacen nerviosas estas letras,
cuando sacan del pecho los latidos
cuando vienen cual tiernas golondrinas.

En su vuelo me quedo somnoliento,
un sopor va llegando poco a poco,
hace frío por culpa del nordeste
y me quedo mirando el campanario.

Es la Iglesia que ha visto mil septiembres
con su torre y agujas descarnadas,
la erosión, por su cuerpo, se acrecienta
y hasta siento que tiembla con el viento.

Una aldaba resuena en los pasillos,
tras la mano de hierro con su bola
que golpea llamando en el colegio
junto al patio repleto de palmeras.

Es septiembre, me digo en mi inocencia,
es el mes donde nacen tantos sueños,
es septiembre que llega sin palabras
con los rayos dorados del otoño.

Rafael Sánchez Ortega ©
01/09/10

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