Por encima de las nubes
hemos ido de paseo,
tu llevabas el caballo,
yo iba solo en mi jamelgo.
Les mostrabas tu sonrisa
a los dioses más inquietos
pues miraban asombrados
que invadías su terreno.
Tu hermosura oscurecía
a los astros de los cielos
y sus luces se apagaban
y quedaban en silencio.
A tu lado caminaba
contemplando tu cabello,
la figura menudita
y el conjunto de tu cuerpo.
Esos ojos tan azules
que tejían su misterio,
el encanto de tus manos
y la gracia de sus dedos.
Y la curva sinuosa
con el arco de tus senos
y dos perlas que adivino
en el fondo de tu pecho.
Por encima de las nubes
te miraban los luceros
con sus ojos asombrados
tan bonitos y despiertos.
No sabían qué pasaba,
ni el motivo de ese vuelo,
ni del ser que en el pegaso
acercábase hasta ellos.
Pero pronto les sacaste
de su mundo y de sus sueños,
y corrieron tras tus pasos
vigilándote en secreto.
Yo miraba y sonreía
observando aquel revuelo,
el que hizo tu figura
una tarde sin saberlo.
Rafael Sánchez Ortega ©
Percha 06/09/10
hemos ido de paseo,
tu llevabas el caballo,
yo iba solo en mi jamelgo.
Les mostrabas tu sonrisa
a los dioses más inquietos
pues miraban asombrados
que invadías su terreno.
Tu hermosura oscurecía
a los astros de los cielos
y sus luces se apagaban
y quedaban en silencio.
A tu lado caminaba
contemplando tu cabello,
la figura menudita
y el conjunto de tu cuerpo.
Esos ojos tan azules
que tejían su misterio,
el encanto de tus manos
y la gracia de sus dedos.
Y la curva sinuosa
con el arco de tus senos
y dos perlas que adivino
en el fondo de tu pecho.
Por encima de las nubes
te miraban los luceros
con sus ojos asombrados
tan bonitos y despiertos.
No sabían qué pasaba,
ni el motivo de ese vuelo,
ni del ser que en el pegaso
acercábase hasta ellos.
Pero pronto les sacaste
de su mundo y de sus sueños,
y corrieron tras tus pasos
vigilándote en secreto.
Yo miraba y sonreía
observando aquel revuelo,
el que hizo tu figura
una tarde sin saberlo.
Rafael Sánchez Ortega ©
Percha 06/09/10
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