No se detiene
el tren, pasa volando,
sin darte cuenta.
Así es el tiempo,
pasando ante nosotros,
igual que el tren.
Aunque otros digan
que el tren somos los hombres
en esta vida.
El tren, aparte
del tiempo y de los hombres,
sigue su ruta.
Sus ventanillas,
dormidas, soñolientas,
siguen cerradas.
Pienso en las almas,
cerradas a la vida
y a los demás.
Aquellos trenes
llevaban pasajeros
y mercancías.
Hoy las personas
se escudan y disculpan
en las limosnas.
Y a todo esto,
la vida continúa,
y sigue el tren.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/10/20
Todos tenemos en la retina la imagen de aquellos trenes con su locomotora y vagones que pasaban majestuosos por las llanuras y campiñas castellanas. Aquellas chimeneas que lanzaban columnas de humo de un carbón quemado como combustible que hacía mover aquel inmenso animal de hierro. Pero también recordamos la similitud de su avance con la vida de los hombres, con esas estaciones que pasan y están vacías, tantas veces, y con las miradas y pañuelos que salían a saludar y despedían, a unos ojos invisibles, en las novelas...
El tren da un sentido la vida , como es que una vez que pasa ya no puedes subirte a él. Por eso cuando tenemos oportunidades de cualquier tipo se suele decir es mi último tren o me subo o ya no puedo ser. Un poema con muchos significados. Una feliz noche.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Campirela.
EliminarUn abrazo en la noche.
Siempre habrá trenes, aunque perdamos algunos.
ResponderEliminarAsí hasta fin de trayecto.
Abrazos, Rafael.
Seguro que sí, Verónica.
EliminarAbrazos.
Que hay de aquello...de que no pasa el mismo tren dos veces? Podría ser...
ResponderEliminarBesos.
No sabría decirte, Laura, pero...
EliminarBesos.
Todos los trenes de nuestra vida... ¿Cuántos han sido? Todos diferentes... evolucionando con nosotros. ¿Cuántas despedidas... cuantos reencuentros...?
ResponderEliminarBellísimos versos y tu reflexión final... un placer.
Gracias por esas preguntas que todos nos hacemos, Galilea.
EliminarUn abrazo.