Resuenan los tambores
y empieza la batalla,
se agitan las banderas
y se alzan las espadas.
La tierra se resiste
a tropas y metrallas,
no quiere lodo y barro
ni ser hoy calcinada.
La sangre de los hombres
bombea sus entrañas,
y aquellos corazones
se alejan de la magia.
La vida es un infierno
que no conduce a nada,
la luz del sol es ciega
y hay nubes que la apagan.
Se rezan oraciones
en forma de plegarias,
susurros de unos labios
que solo piden agua.
El agua de la vida
de ríos y montañas,
de fuentes y de ofrendas
con paz para las almas.
Resuenan los tambores
y hay miedo en las miradas,
la muerte ya se acerca
dejando la desgracia.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/04/24
Buenos días de domingo, y vayamos con esa oración, la parte última se aleje un poco más jaja.
ResponderEliminarUn beso, Rafael.
Gracias Campirela.
EliminarUn abrazo en la tarde.
Ay esos tambores, Rafael...El hombre sigue esclavo de sus egos, orgullos y ansias de poder. Todo salta por los aires y se siembra el pánico y la destrucción por todas partes.¿ Cuándo aprenderá el hombre a valorar el respeto, la concordia y la paz...?
ResponderEliminarTu poema nos lo describe de maravilla...Hay que seguir pidiendo paz al cielo, amigo.
Mi abrazo grande y agradecido por tus letras y tu cercanía.
Gracias por tus palabras y comentarios María Jesús.
EliminarUn abrazo y feliz semana.
Ninguna guerra es buena. No hay nada que las justifique, solo el egoismo de los hombres.
ResponderEliminarmariarosa
Gracias María Rosa.
EliminarUn abrazo.
Duro y hermoso. Me encanta leerte en romance.
ResponderEliminar👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
Durísimo y enconadamente real. Las guerras nos persiguen, porque las inventamos, las creemos, y al final sólo queda muerte y llanto. Es una barbaridad.
ResponderEliminarPor la paz, siempre. Un abrazo fuerte, Rafael.