Hoy añoro el silencio
de las tardes tranquilas,
y aquel tiempo de infancia
en la aldea perdida.
Fueron años sin nombre
con el llanto y la risa
que mezclaban las gentes
en sus cosas sencillas.
Y vivimos amando
el trabajo y la vida,
el estudio y los juegos,
todo ello en familia.
Pero el mundo de ensueño
se quedó en utopía
y perdimos la magia
de leer en sus líneas.
Hoy nos queda el recuerdo,
la resaca vencida,
y aquel néctar sublime
que llegaba a la orilla.
Y temblaban los ojos
y hasta el alma sentía,
que vibraban las cuerdas
de algún arpa dormida.
Hoy añoro el silencio
de esa edad y sus días,
y la mano sublime
que me daba caricias.
A ti, madre este beso,
de manera sencilla,
recordando tu cara,
entrañable y querida.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/08/24
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ResponderEliminarAhora sí.
ResponderEliminarQué ternura de poema amigo, hay silencios y silencios, algunos cargados de soledad y otros cargados de amor, los que siempre se extrañan, especialmente si provienen de quien nos dio la vida. Un fuerte abrazo para ti.
P A T Y
Gracias Paty.
EliminarUn abrazo.
Conmueve leerte, me llevaste en tus versos a mi infancia, a mis padres ya esa sensación de vacio que nos da, el no tenerlos.
ResponderEliminarBellos momentos en una poesía entrañable.
mariarosa
Gracias María Rosa.
EliminarUn abrazo.
En el silencio podemos ver y encontrar esos lazos perdidos por el tiempo: padres, infancia, risas, abrazos... futuro. La vida parecía tan larga! Un abrazo.
ResponderEliminarCierto Luján, gracias.
EliminarUn abrazo.
la vida y su desarrollo, pero al final la madre es la figura que más pesa, porque nos dio la vida y todo su amor.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, Rafael.
Gracias Maripau,
EliminarUn abrazo.