Aquellos ratos
andando por las sendas,
no los olvido.
Muchos amigos
recuerdo con nostalgia,
de esos momentos.
Porque el silencio,
subiendo a las montañas
se compartía.
Íbamos juntos
llevando nuestros miedos
mientras cantábamos.
Viejas canciones
con voces algo rotas
y muy nerviosas.
Pero el camino
se hacía más sencillo
de esta manera.
La cumbre, altiva,
de lejos nos llamaba
y nos retaba.
A ella subíamos,
con penas y fatigas,
pero llegábamos.
Y desde ella
mirábamos muy lejos
a la campiña.
De allí subimos
y a ella volveríamos,
si había suerte.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/10/25
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