¡Ay conciencia, conciencia de mi vida,
fiel peluche de un alma enamorada!,
yo prefiero que sigas en silencio
y te tapes los ojos de tu cara.
Sigue así con tu cara tan traviesa
apoyada en mi hombro y mis espaldas,
y vigila el latido de mi pecho
y también lo que dicen mis palabras.
Pero tú, soñadora empedernida,
con tu lengua de trapo a mi me hablas,
y me dictas avisos de conciencia
con tus ojos tan lindos que me llaman.
Yo te invito a que sigas a mi lado,
que madrugues conmigo en la mañana,
que te quites legañas y te laves
para ir de paseo por la playa.
Vencerás a mi lado a las abejas
que vendrán a buscar las garrapatas,
pero tú no las tienes, mi conciencia,
porque yo las quité de tus enaguas.
Es por eso que duermes largo rato
y que estás silenciosa y embobada,
pero no subestimo tu presencia,
porque estás soñolienta y en mi cama.
Yo sé bien que desnuda me vigilas,
¡oh, conciencia de piel tan plateada!,
tus orejas atentas, encogidas,
la cabeza dormida entre tus patas.
Una baba resbala de tu boca
y mi pecho lo acepta y se lo empapa,
mientras pienso que mueves la cabeza
y que buscas la mano que me falta.
Pero no, soy prudente, lo confieso,
ante ti yo no quiero tener falta,
calmaré los ardores que me acosan
mientras siento tu hozico que reclama.
¡Ay conciencia, conciencia de mi vida,
ve a buscar por el mundo tus hazañas!,
porque yo buscaré a quien tu sabes
y fundirnos los dos entre las sábanas.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/05/11
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