Después de un duro día de trabajo,
decido refugiarme en el cuaderno,
dejar en libertad a mis ideas,
y saquen estas letras los recuerdos.
La historia se repite, como siempre,
y trato de plasmar, ahora que puedo,
aquellos sentimientos que he tenido,
mezclados entre lágrimas y besos.
Son letras del pasado que renacen,
que surgen y que buscan en los cielos,
las chispas que marcaron los segundos,
y luego se marcharon con los vientos.
En esa realidad que tanto ansío,
llegar, como escribir, es sólo un sueño,
volar imaginando fantasías,
trazando letra a letra cada verso.
Subir a las montañas tan cercanas,
mojarme entre las aguas de mi pueblo,
mirar a las gaviotas que ahora pasan
y luego enamorarme de su vuelo.
Soñar por un instante en este cuadro,
decirme en unas letras que estoy cuerdo,
que sigo persiguiendo las quimeras
y busco entre las mismas lo que espero.
Las conchas y la arena de la vida,
las huellas de los hombres en el suelo,
el humo del volcán y las cenizas,
la hoguera tan ansiada con su fuego.
Pero es la eternidad la que se impone,
la alegre algarabía en que me muevo,
la oscura conclusión del día a día,
guiando nuestros pasos tan inciertos.
No hay orden ni un destino preferente,
tan sólo soledad como los ciegos,
estoy con un cuaderno desquiciado
ausente de las letras y muriendo.
Espero que algún día la fortuna,
me ceda la alegría que merezco,
y surjan las campanas de mi alma,
calmando el arrebato del sediento.
Te espero corazón, y así lo digo,
espero la llamada de tu pecho,
ansío las palabras que me ocultas,
deseo tus suspiros y silencios.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/05/11
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