Buscaba en la pantalla la respuesta
los años tan felices de su infancia,
buscaba como buscan los inquietos,
con fé, con devoción y confianza.
Los buenos persiguiendo, tras los malos,
la joya del amor que les robaran,
los niños tras los sueños infinitos
en busca de princesas encantadas.
Más todo se quedó en aquel espacio
y el cine despertó con telarañas,
un día sin saber cómo ni cuándo,
en medio del silencio de las salas.
Aquellos escenarios tan grandiosos,
los patios tan repletos de butacas,
las luces que guiaron tantos pasos,
linternas hoy dormidas y olvidadas.
Y atrás, en un rincón muy apreciado,
estaban los asientos con su marca,
testigos de minutos prolongados,
de besos y caricias sin palabras.
Recuerda aquellos ratos del pasado
mirando fijamente la pantalla,
sintiendo entre las manos otra mano
y un pulso acelerado que temblaba.
El cine era la excusa más perfecta,
la perla del domingo y la jornada,
el rato en que podías encontrarte
a solas, con tu novia cara a cara.
Allí se concentraban los suspiros,
susurros y las frases tan veladas,
caricias de unos dedos muy sutiles
en medio de disparos y de dramas.
Hoy todo está en silencio, y el olvido
es nota de un pasado que destaca,
quedaron esos cines enterrados
y en ellos se perdió tanta esperanza.
Los sueños se quedaron suspendidos,
también las mariposas encantadas,
la máquina del cine perdió vida
y todo quedó atrás, sin una lágrima.
"...Buscaba aquel poeta entre sus letras
la esencia tan sutil de tanta magia,
la eterna referencia de un pasado
vivido y ya olvidado, en la distancia..."
Rafael Sánchez Ortega ©
15/05/11
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