Un día partiré para otras tierras
quedando en el olvido los lamentos,
dejando los sollozos y las lágrimas
regando las ortigas de los suelos.
Entonces sentiré rasgar el alma
por medio de un puñal, que no es de acero,
la daga del dolor más exquisita
vendrá para robarme mis secretos.
Más nada le diré de mi fortuna,
la misma quedará para los cielos,
allí se fundirán los mil suspiros,
lanzados por tus labios y tu pecho.
Allí se quedarán, con mis ruinas,
el polvo y las cenizas de los muertos,
la niebla de la noche más oscura
la venda inmaculada de los ciegos.
No quiero acompañar en mi equipaje
susurros que me traigan los recuerdos,
prefiero que se queden enterrados
y sigan solitarios y en su lecho.
Un día partiré para otras tierras
y nunca volveré para estar preso,
de dudas, amoríos y pasiones
que hagan de mis pasos un tormento.
No quiero ya sufrir lo que he sufrido,
prefiero los rigores del invierno,
los hielos de la estepa castellana,
la nieve del Moncayo y Pirineo.
Prefiero una casita abandonada
en medio de los campos, junto al pueblo,
que tenga las cigüeñas a su lado
y el río, con los álamos y el fresno.
Prefiero la campiña solitaria
y el aire que me abrace con el cierzo,
allí donde las nubes se columpian
y trazan los arcángeles sus versos.
Prefiero estar ausente, vida mía,
prefiero estar amando que queriendo,
amar es entregar la vida entera,
sin nada que pedir, sólo silencio.
"...Un día partiré para otras tierras
desnudo, con el alma y con tus besos,
y no me volveré, será imposible,
del viaje que ahora inicio, sin regreso..."
Rafael Sánchez Ortega ©
07/05/11
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