Era una tarde
de invierno, la recuerdo,
fue en el paseo.
Te vi leyendo.
Estabas en un banco,
ajena al mundo.
Me sorprendió
el verte, concentrada,
con aquel libro.
Pensé mil cosas,
incluso en preguntarte
que qué leías.
Pero seguí,
andando en el silencio
y sin palabras.
Atrás quedaste
envuelta en el misterio
que me causaste.
Nacieron sueños,
encuentros de otras tardes
y hasta suspiros.
Pero las rosas,
lloraron, sorprendidas
al ver mi marcha.
Nunca entendieron
los pasos que yo daba
hacia la nada.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/01/21
Es una de esas escenas que tantas veces habremos soñado y pasado del mundo de la novela y el relato, incluso del cine, a nuestra propia vida, para hacer una especie de figura central y romántica con aquellos guiones que tanto se llevaban en nuestra juventud. Eran sueños y fantasías para ansiar una vida nueva y diferente con unos personajes que también lo eran y lo deseaban, aunque fuera en sueños y cargados siempre con la utopía de entonces.
O ser humano é sempre, e por natureza, um sonhador.
ResponderEliminarAbraço amigo.
Juvenal Nunes
Gracias por tu visita y comentario, Juvenal Nunes.
EliminarUn abrazo.
Muy buenos versos, de un ayer que no llegó a mucho, pero que guardó tu corazón.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Maripau.
EliminarUn abrazo en la tarde.
Es verdad, hay momentos que quedan grabados en la memoria, escenas de nuestra vida que duraron apenas un instante.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias María Rosa.
EliminarSaludos.
Historias cotidianas que dejan huella en las personas, así como las letras que nos dejas en esta ocasión ..Precioso sencillamente .
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Campirela.
EliminarUn abrazo en la noche.