Yo conocí una vez
un niño carpintero,
sin padres, sin estudios
y lejos de colegios.
Así empezaba un día,
contándonos un cuento,
un hombre que, en la plaza,
pasaba por ser ciego.
Y mudos escuchábamos
aquel relato intenso,
de labios temblorosos,
del ciego y pordiosero.
Un niño sin estudios
llegaba desde el cielo
centrando en el relato
la vida con sus versos.
Y entonces, un poema,
me vino al pensamiento,
un Niño, allá, en Oriente
crecía entre camellos.
Pastores le adoraron
Y Reyes con incienso,
también con oro y mirra,
regalos le ofrecieron.
Yo conocí, una vez,
a un hombre, tal vez ciego,
narrándonos la historia
de un Niño Carpintero.
Y el hombre aquel, temblando,
a Dios pidió un deseo,
la Paz para los hombres
y Amor al mundo entero.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/01/24
Cuanta ternura y calidez natural de un niño en estos versos. Sea la paz y el Amor para el mundo. Un abrazo Rafael.
ResponderEliminarGracias por tus palabras Carmen.
EliminarUn abrazo.
Molto bello!
ResponderEliminarUn caro saluto
Gracias Giogio.
EliminarUn saludo.
Pues solo decirte que ojalaá el poema se hiciera realidad. Un bellísimo pensamiento. Besotes.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo.
Ese final es precioso. Ese Niño, en el campo, iniciando el día con cuentos.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, Rafael.
Gracias Maripau.
EliminarUn abrazo.
Pura inspiración.
ResponderEliminarOjalá la paz.
Abrazo, Rafael.