Marchaba el tren
llevándose el verano
ya marchitado.
En sus vagones
las olas y montañas
se desbordaban.
Eran recuerdos,
fragmentos de los cuerpos
que regresaban.
Atrás quedaban
los sueños y paisajes
donde volamos.
Y se acercaban,
con pena, a las ciudades,
donde vivían.
Porque el verano
y, en él, las vacaciones,
se terminaban.
Rumbo al presente
el tren serpenteaba
sin detenerse.
Hacia el otoño,
mil sueños transportaba
desde el estío.
Y en los cristales
dos almas, en silencio,
se despedían.
Mas en sus ojos,
de amor y de ternura,
aún sonreían.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/08/25
No hay comentarios:
Publicar un comentario