Entre el silencio
que llega de la noche
oigo tus pasos.
Tienen cadencia
de música sin nombre.
Inconfundibles.
Hay ese ritmo
que marcan tus tacones
cuando caminas.
Ellos me embriagan,
embotan mis sentidos,
me hacen volar.
Me envuelven luces,
cristales de colores,
y es una fiesta.
Muy lentamente,
vislumbro tu figura
por la alameda.
Y aquel silencio,
nombrado en el principio,
se va animando.
Brota la risa
en sendas y jardines
y hasta en las flores.
Canta la fuente
y eleva los sonidos
que dan sus caños.
Desde el silencio,
renace otro silencio
con tu candor.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/09/25
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