Pesa el silencio
y más, si es del amigo
que ahora te evita.
Duele la ausencia,
la falta de palabras,
su compañía.
Ese vacío
te clava en las entrañas
como una daga.
Buscas motivos,
excusas que no entiendes
para su ausencia.
Pero el silencio
es terco y es tozudo
y se mantiene.
Cargas con él
y tratas de entenderlo
y hasta te engañas.
Hablas al hombre,
que un día fue tu amigo,
y compañero.
Pero a tu voz
responde otro silencio
desgarrador.
Y quedas solo,
envuelto en esa bruma,
con tu dolor.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/09/25
Buenos días, vamos a dar un poquito de ruido, para que ese silencio no esté tan solo
ResponderEliminarUn abrazo, Rafael.