Me sentí confundido con la niebla
sin saber el lugar de mi destino,
sabía que el camino estaba arriba
oculto tras la bruma y el rocío.
De pronto entre girones y fantasmas
mis ojos se animaron con sigilo,
veían una cruz entre la niebla
buscando más allá del infinito.
Mis pasos se animaron bruscamente,
las fuerzas renovadas y el latido,
volvieron con la sangre oxigenada
al pecho del paciente peregrino.
Abajo se escuchaban a intervalos
la voz de las campanas con cariño,
llamaban a los fieles a la iglesia,
dejaban en el aire su tañido.
La niebla que venía desde el valle,
subía y me cubría con su abrigo,
no sé si definir como caricia
aquel abrazo fiel y sostenido.
De pronto me encontré junto a la base,
la cruz tan deseada y el testigo,
el eco de un pasado que no ha muerto
la fé de lo que soy y lo que he sido.
Y mis pasos se pierden con la niebla,
mientras veo el Belén tan quietecito,
sus figuras me hablan en silencio,
y me traen un profundo escalofrío.
Una brisa despierta en la mañana
y a la niebla la rasga sin un grito,
de pronto las montañas aparecen,
mostrando sus contornos definidos.
Quizás el tiempo cambie de repente
y alegre la mañana del domingo,
quizás no encuentre rosas en los prados
y puede que los cielos sean distintos.
Por eso es porque busco tras la niebla
el sol que allí se oculta con su brillo,
la dulce fantasía de la vida,
y el pecho tan amado y el suspiro.
Deseo simplemente confundirme,
vivir el sueño eterno de los niños,
tomar el dulce beso de tus labios
y amarte como nadie te ha querido.
Rafael Sánchez Ortega ©
08/02/10
sin saber el lugar de mi destino,
sabía que el camino estaba arriba
oculto tras la bruma y el rocío.
De pronto entre girones y fantasmas
mis ojos se animaron con sigilo,
veían una cruz entre la niebla
buscando más allá del infinito.
Mis pasos se animaron bruscamente,
las fuerzas renovadas y el latido,
volvieron con la sangre oxigenada
al pecho del paciente peregrino.
Abajo se escuchaban a intervalos
la voz de las campanas con cariño,
llamaban a los fieles a la iglesia,
dejaban en el aire su tañido.
La niebla que venía desde el valle,
subía y me cubría con su abrigo,
no sé si definir como caricia
aquel abrazo fiel y sostenido.
De pronto me encontré junto a la base,
la cruz tan deseada y el testigo,
el eco de un pasado que no ha muerto
la fé de lo que soy y lo que he sido.
Y mis pasos se pierden con la niebla,
mientras veo el Belén tan quietecito,
sus figuras me hablan en silencio,
y me traen un profundo escalofrío.
Una brisa despierta en la mañana
y a la niebla la rasga sin un grito,
de pronto las montañas aparecen,
mostrando sus contornos definidos.
Quizás el tiempo cambie de repente
y alegre la mañana del domingo,
quizás no encuentre rosas en los prados
y puede que los cielos sean distintos.
Por eso es porque busco tras la niebla
el sol que allí se oculta con su brillo,
la dulce fantasía de la vida,
y el pecho tan amado y el suspiro.
Deseo simplemente confundirme,
vivir el sueño eterno de los niños,
tomar el dulce beso de tus labios
y amarte como nadie te ha querido.
Rafael Sánchez Ortega ©
08/02/10
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