No cortaré tus pétalos siquiera,
ni mandaré suspiros con el viento,
me quedaré mirando en la distancia
mientras se apaga un día de febrero.
Mi corazón sabrá que no te has ido,
y buscará el perfume por el lecho,
entre los pliegues suaves de la sábana
la que cubrió y besó tu dulce cuerpo.
Pero al morir la luz en lontananza,
vendrá un temblor de frío, y no de hielo,
vendrán las sombras negras de la noche
con el abrazo cruel de los recuerdos.
Mi corazón sabrá que estás presente,
y buscarà el latido de tu pecho,
entre las letras, versos y cuartillas,
que para ti, nacieron en silencio.
No buscaré en los mares tu figura
y miraré cruzar a los veleros,
mientras las olas llegan a la playa
para dejar allí su blanco aliento.
Mi corazón sabrá que entre las aguas,
oculta estás, en paz, con tu embeleso,
entre el rumor de cantos y sirenas
que vienen a mi lado con el eco.
Pero al partir la nave hacia la nada,
con ella van los fardos y los sueños,
aquellos sentimientos infantiles,
nacidos en la mente de los cuerdos.
Mi corazón sabrá que no te has ido,
y buscará el resquicio de ese hueco,
ese latir cansado y presuroso
que indica que estoy vivo y no estoy muerto.
No buscaré más prórroga a la vida
y dejaré que corra al universo,
ese tic-tac que marca los segundos,
que dice que la vida es un misterio.
Mi corazón sabrá que en esa vida
está la esencia fiel, de los momentos,
y buscará en la misma su tesoro
para calmar la sed de los anhelos.
Pero la voz que llama en la distancia,
es esa voz de Dios en el desierto,
es la que pide y clama por los hombres
con ese amor sencillo y verdadero.
Mi corazón sabrá con ese grito
que hay que vivir y amar en todo tiempo,
porque la Vida es una y con mayúsculas
que nos ha sido dada como préstamo.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/02/10
ni mandaré suspiros con el viento,
me quedaré mirando en la distancia
mientras se apaga un día de febrero.
Mi corazón sabrá que no te has ido,
y buscará el perfume por el lecho,
entre los pliegues suaves de la sábana
la que cubrió y besó tu dulce cuerpo.
Pero al morir la luz en lontananza,
vendrá un temblor de frío, y no de hielo,
vendrán las sombras negras de la noche
con el abrazo cruel de los recuerdos.
Mi corazón sabrá que estás presente,
y buscarà el latido de tu pecho,
entre las letras, versos y cuartillas,
que para ti, nacieron en silencio.
No buscaré en los mares tu figura
y miraré cruzar a los veleros,
mientras las olas llegan a la playa
para dejar allí su blanco aliento.
Mi corazón sabrá que entre las aguas,
oculta estás, en paz, con tu embeleso,
entre el rumor de cantos y sirenas
que vienen a mi lado con el eco.
Pero al partir la nave hacia la nada,
con ella van los fardos y los sueños,
aquellos sentimientos infantiles,
nacidos en la mente de los cuerdos.
Mi corazón sabrá que no te has ido,
y buscará el resquicio de ese hueco,
ese latir cansado y presuroso
que indica que estoy vivo y no estoy muerto.
No buscaré más prórroga a la vida
y dejaré que corra al universo,
ese tic-tac que marca los segundos,
que dice que la vida es un misterio.
Mi corazón sabrá que en esa vida
está la esencia fiel, de los momentos,
y buscará en la misma su tesoro
para calmar la sed de los anhelos.
Pero la voz que llama en la distancia,
es esa voz de Dios en el desierto,
es la que pide y clama por los hombres
con ese amor sencillo y verdadero.
Mi corazón sabrá con ese grito
que hay que vivir y amar en todo tiempo,
porque la Vida es una y con mayúsculas
que nos ha sido dada como préstamo.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/02/10
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