Un día sales de casa
y vuelves con la sorpresa,
de conocer otras gentes
y visitar otras tierras.
Son caras de gente noble
en ambientes de leyenda,
en Villas con un pasado
con sus muros de defensa.
Hay torres en sus raíces
que cercan la Puebla Vieja,
con caserones robustos
todos labrados de piedra.
Se ven escudos hidalgos
en las fachadas y puertas,
y un halo de historia oculta
entre sus calles estrechas.
Pero sus gentes sencillas
llevan con ellos la herencia,
la de los siglos pasados
entre la pesca y la guerra.
Nace Hondarribia muy pronto,
cuenta la historia secreta,
con los antiguos romanos
los visigodos y celtas.
Pero es Alfonso el octavo
quien les concede en sus letras,
un Fuero con privilegios
sobre vecinos y aldeas.
Pero la historia es historia
dicen las olas que llegan,
que van a Irún y Bayona
para dormir en su arena.
Pero volvamos al pueblo,
al marinero y redera,
al industrial que trabaja
y al comerciante en su tienda.
Todos son hombres sencillos
y con palabra serena,
quizás con miedo en el alma
y con mirada sincera.
De su experiencia tomamos
todo el saber que nos dejan,
en nuestras notas y apuntes
para venirnos con ellas.
Atrás quedó la visita,
esa que ahora recuerdas,
y aquel sabor que a tus ojos
dejó una Villa señera.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/02/10
y vuelves con la sorpresa,
de conocer otras gentes
y visitar otras tierras.
Son caras de gente noble
en ambientes de leyenda,
en Villas con un pasado
con sus muros de defensa.
Hay torres en sus raíces
que cercan la Puebla Vieja,
con caserones robustos
todos labrados de piedra.
Se ven escudos hidalgos
en las fachadas y puertas,
y un halo de historia oculta
entre sus calles estrechas.
Pero sus gentes sencillas
llevan con ellos la herencia,
la de los siglos pasados
entre la pesca y la guerra.
Nace Hondarribia muy pronto,
cuenta la historia secreta,
con los antiguos romanos
los visigodos y celtas.
Pero es Alfonso el octavo
quien les concede en sus letras,
un Fuero con privilegios
sobre vecinos y aldeas.
Pero la historia es historia
dicen las olas que llegan,
que van a Irún y Bayona
para dormir en su arena.
Pero volvamos al pueblo,
al marinero y redera,
al industrial que trabaja
y al comerciante en su tienda.
Todos son hombres sencillos
y con palabra serena,
quizás con miedo en el alma
y con mirada sincera.
De su experiencia tomamos
todo el saber que nos dejan,
en nuestras notas y apuntes
para venirnos con ellas.
Atrás quedó la visita,
esa que ahora recuerdas,
y aquel sabor que a tus ojos
dejó una Villa señera.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/02/10
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