Nueva noche con sombra en los cristales
esperando que pase la tormenta
cae la lluvia pausada en la bahía,
veo rayos que rasgan las tinieblas.
Me apetece una taza de esperanza
con un poco de miel y con la menta,
y también con el beso de tus labios
que a los míos les deje tierna huella.
Me apatece salir bajo la lluvia
y mojarme buscando la ribera,
encontrar esa música sublime,
en el dulce compás de las mareas.
Me estremezco pensado en el paseo,
con las gotas templadas que me llegan,
y también recordando tu figura
y en aquella mirada tan sincera.
Aun recuerdo tu frase favorita,
aquel vuelo sin alas ni cometas,
aquel grito quizás desesperado
que decías silente en unas letras.
La escuché con el agua de la lluvia,
en los charcos formados en la tierra
y también me traía tu mensaje
la gaviota rompiendo sus cadenas.
Pero tú, bella nube de mis sueños,
te dormías quizás con las estrellas,
bajo el manto tan negro de la noche
arropada con luces y con velas.
Y sentías que si, que tu latido,
era el canto arrancado de las cuerdas,
era nota sacada de aquel arpa
que tus manos tocaban con presteza.
Y aceptaste mi voz y mi palabra
para ir a la lluvia muy ligera,
a mojar ese pelo tan bonito
y a sentir esa lluvia que te besa.
Contemplé, entre absorto y arrobado,
la figura empapada tras la tela,
con el dulce vestido que a tu cuerpo
anudaba la lluvia que no cesa.
Y fue entonces, quizás ese momento,
en que vi más allá de lo que eras,
pues sentí que mi pecho se agitaba
deseando tu amor y tu presencia.
Suspiraste tan sólo quedamente,
y enviastes al eco por respuesta,
con un beso que vino a mis oídos
en la noche que pasa y que se aleja.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/02/10
esperando que pase la tormenta
cae la lluvia pausada en la bahía,
veo rayos que rasgan las tinieblas.
Me apetece una taza de esperanza
con un poco de miel y con la menta,
y también con el beso de tus labios
que a los míos les deje tierna huella.
Me apatece salir bajo la lluvia
y mojarme buscando la ribera,
encontrar esa música sublime,
en el dulce compás de las mareas.
Me estremezco pensado en el paseo,
con las gotas templadas que me llegan,
y también recordando tu figura
y en aquella mirada tan sincera.
Aun recuerdo tu frase favorita,
aquel vuelo sin alas ni cometas,
aquel grito quizás desesperado
que decías silente en unas letras.
La escuché con el agua de la lluvia,
en los charcos formados en la tierra
y también me traía tu mensaje
la gaviota rompiendo sus cadenas.
Pero tú, bella nube de mis sueños,
te dormías quizás con las estrellas,
bajo el manto tan negro de la noche
arropada con luces y con velas.
Y sentías que si, que tu latido,
era el canto arrancado de las cuerdas,
era nota sacada de aquel arpa
que tus manos tocaban con presteza.
Y aceptaste mi voz y mi palabra
para ir a la lluvia muy ligera,
a mojar ese pelo tan bonito
y a sentir esa lluvia que te besa.
Contemplé, entre absorto y arrobado,
la figura empapada tras la tela,
con el dulce vestido que a tu cuerpo
anudaba la lluvia que no cesa.
Y fue entonces, quizás ese momento,
en que vi más allá de lo que eras,
pues sentí que mi pecho se agitaba
deseando tu amor y tu presencia.
Suspiraste tan sólo quedamente,
y enviastes al eco por respuesta,
con un beso que vino a mis oídos
en la noche que pasa y que se aleja.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/02/10
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