Le cuesta, dar,
al sol, en la mañana,
los buenos días.
Muy perezoso.
sus rayos, con legañas,
al cielo envía.
Son los jirones
de nieblas y rocío
de larga noche.
Y así, temblando,
extiende sus caricias
sobre la tierra.
Poquito a poco,,
sus rayos dan al suelo
su desayuno.
Es el calor,
sin duda, que precisan,
con la alegría.
Es el susurro
y el néctar de los cielos
para su alma.
Y es el latido
de amor y poesía
del nuevo día.
Por eso nace
y renace, la vida,
con su calor.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/11/24
El sol tan perezoso como hoy yo.
ResponderEliminarAbrazo, Rafael.