Dejas atrás
las luces y las sombras
con tu pasado.
Allí se quedan,
sumidos en la niebla
tantos recuerdos.
Te pertenecen
las lágrimas y sangre
que derramaste.
También la risa
silente, de tus labios,
de aquellos días.
Y el vendaval
de nervios y pasiones
que vino a ti.
Fueron los años
de eterna primavera
que atrás quedaron.
Hoy, el otoño,
te lleva hasta ese tiempo
y sus rescoldos.
Tiembla tu cuerpo,
y el alma, se estremece
con gran candor.
Suspira el labio
y hay lágrimas rebeldes
en tus pupilas.
Pero al invierno,
le ves, como se acerca,
con su silencio.
Y no haces nada,
si acaso, en un susurro,
dices un nombre.
Cierras los ojos,
te abrazas a la noche
y duerme el alma.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/11/24
El otoño nos impulsa a hacer un balance de vida y la poesía nos salva de tristezas y nostalgias, Rafael...El alma no envejece y permanece en el niño interior eterno.
ResponderEliminarMi abrazo admirado por tu constante buen hacer, amigo poeta.
En el regocijo del otoño, revisamos los pasos dados en el camino.
ResponderEliminarSiempre llevamos ese niño/a dentro de nosotros.
Feliz noche Rafael.
Un abrazo fuerte.
Gracias Carmen.
EliminarUn abrazo.
Todos los versos son lindos, pero que cierto el último. Un besote Rafel.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo.
El invierno que va llegando con su invitación a ir hacia el interior.
ResponderEliminarY también a dormir, soñar y poetizar.
Siempre.
Abrazo, Rafael.