Detuve el paso
y hasta detuve el tiempo,
para mirarte.
Sentí tu aroma,
y me embriagó la mente.
Cerré los ojos.
Pero seguiste,
sin prisas, tu camino,
y quedé solo.
Quizás fue un sueño,
me dije en un susurro,
y ahora despierto.
Pero el silencio
y la brisa me decían
que no fue el viento.
Que tú vivías
las horas y los días
intensamente.
Y que buscabas,
también, por este mundo,
la poesía.
¡Benditos sueños,
que hacían que la magia
cobrara vida!
Abrí los ojos
y vi que tú escribías
debajo un tilo.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/07/25
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