"Otoño adentro", leí, y estaba amaneciendo
mientras una tristeza, sin nombre,
se notaba en el ambiente.
Te busco en ese libro,
dormido, en la almohada,
en las sábanas tibias de mi lecho,
en la brisa del mar que llega a la ventana,
en la niebla de un sueño que se apaga.
Pero todo es inútil.
¡Ya no estás!
Hago una trampa y me miro al espejo,
pero me siento viejo,
como el árbol del parque envejecido junto a un banco
de ancianos y palmeras,
como un rosal que ya no espera primaveras.
Quizás estoy en ese otoño del principio de estas letras,
y es ahora cuando el alma va alfombrando, con sus hojas,
los recuerdos sin hacer ruido
y una luz, del otoño, ya latente,
me envuelve en la ternura seductora,
del recuerdo.
Y sé, porque es así y así ha sido,
que tras el otoño llega el invierno.
y éste es el tiempo de largos silencios,
de abrazos que se dieron y ya no se dan,
de días que se van apagando
como un cirio ante el otoño.
Hoy, en este amanecer sin ti,
aunque estás en el libro que tanto leímos,
yo te sigo buscando,
y no, no me duele la ausencia,
¡tu ausencia!
Me duele el recuerdo y el tiempo,
de ese "otoño adentro",
que una vez,
en el libro dormido leí
y ahora, sin saberlo,
quisiera revivir.
Rafael Sánchez Ortega ©
(Inspirado en CGPT)
03/08/25
Una nostaldia muy bien llevada al poema. Te dejo un abrazo y mi cariño de siempre.
ResponderEliminarNo quiero pensar en el otoño ni el invierno, prefiero quedarme en el verano, vivir ahora en el presente, aunque tus versos sean preciosos, querido Rafael.
ResponderEliminarUn abrazo.