Me enteré que llegabas con la lluvia
y corrí tembloroso hasta tu encuentro,
estabas empapada por el agua
que bajaba con ganas desde el cielo.
Recogí a tus manos con las mías
y cubrí a tus labios con mis besos,
para luego pasar hasta aquel cuarto
con la lumbre esperándonos, y el fuego.
Te quité muy despacio tu vestido,
lo dejé extendido por el suelo,
te cubrí con la manta muy caliente,
y tocaste mi cara con tus dedos.
Nos quedamos ausentes y pensando
en los días pasados del invierno,
los encuentros de aquella biblioteca,
las lecturas tan bellas del Liceo.
Pero luego volvimos al presente
a leer las pupilas sin esfuerzo,
y a buscar más allá de las miradas
la lectura precisa de los versos.
Y los versos venían a tus ojos
como llegan las olas hasta el puerto,
con la calma del mar verde azulado,
y la brisa que llega desde lejos.
Un suspiro dejaba tu mirada,
un latido diciéndome: "te quiero",
y mis versos salían dulcemente
a buscar la mirada que deseo.
Fue un instante fugaz, como una chispa,
y el abrazo surgió sin proponerlo,
nos dijimos mil cosas sin sentido
y dejamos que hablaran nuestros cuerpos.
Al final, silenciosos y cansados,
escuchamos la lluvia en el silencio,
que avisaba que ella es la culpable,
de aquel acto de amor y del momento.
...Me enteré que llegabas con la lluvia
y un temblor sacudió todo mi pecho,
deseaba abrazarte tiernamente
y secar con mis besos tus cabellos.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/04/10
y corrí tembloroso hasta tu encuentro,
estabas empapada por el agua
que bajaba con ganas desde el cielo.
Recogí a tus manos con las mías
y cubrí a tus labios con mis besos,
para luego pasar hasta aquel cuarto
con la lumbre esperándonos, y el fuego.
Te quité muy despacio tu vestido,
lo dejé extendido por el suelo,
te cubrí con la manta muy caliente,
y tocaste mi cara con tus dedos.
Nos quedamos ausentes y pensando
en los días pasados del invierno,
los encuentros de aquella biblioteca,
las lecturas tan bellas del Liceo.
Pero luego volvimos al presente
a leer las pupilas sin esfuerzo,
y a buscar más allá de las miradas
la lectura precisa de los versos.
Y los versos venían a tus ojos
como llegan las olas hasta el puerto,
con la calma del mar verde azulado,
y la brisa que llega desde lejos.
Un suspiro dejaba tu mirada,
un latido diciéndome: "te quiero",
y mis versos salían dulcemente
a buscar la mirada que deseo.
Fue un instante fugaz, como una chispa,
y el abrazo surgió sin proponerlo,
nos dijimos mil cosas sin sentido
y dejamos que hablaran nuestros cuerpos.
Al final, silenciosos y cansados,
escuchamos la lluvia en el silencio,
que avisaba que ella es la culpable,
de aquel acto de amor y del momento.
...Me enteré que llegabas con la lluvia
y un temblor sacudió todo mi pecho,
deseaba abrazarte tiernamente
y secar con mis besos tus cabellos.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/04/10
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