jueves, 21 de octubre de 2010

A JESÚS...

A pesar de los vientos siderales,
a pesar de palomas mensajeras,
no me olvido de ti, querido amigo,
ni tampoco me olvido de tus letras.

Es difícil trazar una semblanza
y decir con palabras lo que piensas,
describir los detalles de una obra
y del alma que pinta sobre ella.

Porque hablamos de un hombre muy sencillo,
con la pluma y libreta siempre alerta,
y el humor que en la punta de sus labios
lleva siempre la crítica certera.

Pero el dardo paciente de sus ojos
lo transmite al cuaderno sin reservas,
no hay en él fantasía ni lirismo,
ni tampoco egoismo ni opulencia.

Sencillez es palabra que define
a este hombre y amigo de la aldea,
aunque viva hace años con nosotros
los recuerdos son muchos de su tierra.

Una tierra vecina y no lejana,
como él, caminante sin reservas,
conociendo a familias campesinas
que en su oído dejaban mil problemas.

Y de entonces nacieron personajes,
situaciones y cosas pintorescas,
que hábilmente describe con soltura
en lectura que llega muy amena.

A Jesús, todo el mundo le conoce,
su amistad ya traspasa las fronteras,
hay en él una gota de rocìo,
un suspiro que mana por sus venas.

Una sombra de paz, en sus relatos,
nos acerca aún más a las estrellas,
y el afecto tomado de las mismas
lo redacta sin más, de esta manera.

Orgullosos estamos de ti, amigo,
y queremos de veras que lo sientas,
pues tus letras hoy gritan con orgullo:
"¡Por ti, San Vicente de la Barquera!"

Rafael Sánchez Ortega ©
21/10/10

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