Sentías la caricia de sus manos
rozando levemente por tu cara,
buscaban por los surcos y altiplanos
la esencia de la rosa y de la jara.
Sus dedos temblorosos y artesanos,
seguían, sin que nadie les llamara,
en medio de la barba y los pantanos
en busca de la fuente limpia y clara.
De pronto se pararon un momento,
notabas en el cuerpo escalofríos
cual fruto de una fiebre no curada.
Sentías las caricias, tan contento,
las llamas de mil fuegos tan bravíos
surgiendo de tu alma enamorada.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/10/10
rozando levemente por tu cara,
buscaban por los surcos y altiplanos
la esencia de la rosa y de la jara.
Sus dedos temblorosos y artesanos,
seguían, sin que nadie les llamara,
en medio de la barba y los pantanos
en busca de la fuente limpia y clara.
De pronto se pararon un momento,
notabas en el cuerpo escalofríos
cual fruto de una fiebre no curada.
Sentías las caricias, tan contento,
las llamas de mil fuegos tan bravíos
surgiendo de tu alma enamorada.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/10/10
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