"Acércate sin miedo hasta mi lado,
-honrado pescador de la ribera-,
no temas que te roce tu costado,
tan sólo es el salitre y la sal muera.
No temas a la muerte ni al pecado
y deja que la mar a ti te quiera;
las olas besarán el rostro amado,
la cara tan curtida y tan sincera".
El rostro del poeta irreverente
sintió un escalofrío en su mirada,
temblando de pasión en un momento.
Sabía que la amaba locamente,
-amante singular, la mar salada-,
el mar de la lujuria y el tormento.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/12/10
-honrado pescador de la ribera-,
no temas que te roce tu costado,
tan sólo es el salitre y la sal muera.
No temas a la muerte ni al pecado
y deja que la mar a ti te quiera;
las olas besarán el rostro amado,
la cara tan curtida y tan sincera".
El rostro del poeta irreverente
sintió un escalofrío en su mirada,
temblando de pasión en un momento.
Sabía que la amaba locamente,
-amante singular, la mar salada-,
el mar de la lujuria y el tormento.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/12/10
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