Es posible que lloren las estrellas
y que manden sus pétalos al cielo,
para ir a dormir entre las nubes
bajo el manto feliz de los luceros.
Pero puede ser todo una leyenda
un relato sacado de los cuentos,
una alegre y curiosa fantasía
que se cuenta a los niños en invierno.
Sin embargo de algo soy testigo
y es de ver esas lágrimas cayendo,
esa luz que rasgaba las tinieblas
un segundo marchando hacia lo lejos.
Entre luces y gotas del rocío
han buscado mis ojos el silencio,
esa charla silente de las almas
ese suave suspiro del recuerdo.
Pero fueron carbones encendidos
lo que vieron mis ojos en el fuego,
y ese cáliz tan lleno de amargura,
con el néctar amargo del destierro.
Una perla rodó por mi mejilla,
un clavel tembloroso con sus pétalos,
fue una flor del otoño que llegaba
a dejar en mis labios aquel beso.
Yo sentí como el alma entristecida
aparcó sus borrascas un momento,
a pesar de los miedos y galeras,
prisioneros, que vuelven con el eco.
Más quería romper esos grilletes
y volar tras la huella de los vientos,
perseguir las escasas mariposas
por la vida y el bosque en que me muevo.
Y miré en la noche a las estrellas
para ver a sus ojos tan inquietos,
deseando las gotas de su alma
que la mía buscaba entre sus sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/12/10
y que manden sus pétalos al cielo,
para ir a dormir entre las nubes
bajo el manto feliz de los luceros.
Pero puede ser todo una leyenda
un relato sacado de los cuentos,
una alegre y curiosa fantasía
que se cuenta a los niños en invierno.
Sin embargo de algo soy testigo
y es de ver esas lágrimas cayendo,
esa luz que rasgaba las tinieblas
un segundo marchando hacia lo lejos.
Entre luces y gotas del rocío
han buscado mis ojos el silencio,
esa charla silente de las almas
ese suave suspiro del recuerdo.
Pero fueron carbones encendidos
lo que vieron mis ojos en el fuego,
y ese cáliz tan lleno de amargura,
con el néctar amargo del destierro.
Una perla rodó por mi mejilla,
un clavel tembloroso con sus pétalos,
fue una flor del otoño que llegaba
a dejar en mis labios aquel beso.
Yo sentí como el alma entristecida
aparcó sus borrascas un momento,
a pesar de los miedos y galeras,
prisioneros, que vuelven con el eco.
Más quería romper esos grilletes
y volar tras la huella de los vientos,
perseguir las escasas mariposas
por la vida y el bosque en que me muevo.
Y miré en la noche a las estrellas
para ver a sus ojos tan inquietos,
deseando las gotas de su alma
que la mía buscaba entre sus sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/12/10
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