Extrañaba sus pasos en la tarde
y también el candor de su mirada,
sabía que faltaba su presencia
y sin ella la tarde le sobraba.
Buscaba desde tiempo una respuesta,
que el pecho no sabía contestarla,
gritaba fuertemente, acelerado,
al ver esa figura tan preciada.
Más hoy que precisaba de sus pasos,
los mismos por las ramblas no bajaban,
tampoco correteaban las ardillas,
coquetas, por las ramas de las hayas.
La tarde se vestía de colores
uniendo su color a la nostalgia,
quizás para añadir la fantasía
al sol que se ocultaba en lontananza.
Un niño perseguía las palomas
y ellas con su vuelo lo evitaban,
un joven en un banco con su chica
hablaba con sus dedos y mirada.
Existe la ilusión de los amantes,
igual que los suspiros de las arpas,
existen caracolas en los cielos
y estrellas por los mares y las playas.
Sabía que esperaba un imposible,
que todo conducía hasta la nada,
los sueños de los hombres son ligeros
que esperan ese manto de esperanza.
Esperan esa chispa de rocío,
la misma que renace con el alba,
que vibra, que revive y que palpita
del pecho hasta los labios que la aguardan.
Sabía que quería aquellos pasos
y también la figura tan amada,
sentía los suspiros y el deseo,
la lava por su sangre sin palabras.
...Pero tembló de frío y no de miedo,
la eterna soledad lo acompañaba,
estaba con sus sueños simplemente,
amando a quien quizás nunca lo amara...
Rafael Sánchez Ortega ©
21/12/10
y también el candor de su mirada,
sabía que faltaba su presencia
y sin ella la tarde le sobraba.
Buscaba desde tiempo una respuesta,
que el pecho no sabía contestarla,
gritaba fuertemente, acelerado,
al ver esa figura tan preciada.
Más hoy que precisaba de sus pasos,
los mismos por las ramblas no bajaban,
tampoco correteaban las ardillas,
coquetas, por las ramas de las hayas.
La tarde se vestía de colores
uniendo su color a la nostalgia,
quizás para añadir la fantasía
al sol que se ocultaba en lontananza.
Un niño perseguía las palomas
y ellas con su vuelo lo evitaban,
un joven en un banco con su chica
hablaba con sus dedos y mirada.
Existe la ilusión de los amantes,
igual que los suspiros de las arpas,
existen caracolas en los cielos
y estrellas por los mares y las playas.
Sabía que esperaba un imposible,
que todo conducía hasta la nada,
los sueños de los hombres son ligeros
que esperan ese manto de esperanza.
Esperan esa chispa de rocío,
la misma que renace con el alba,
que vibra, que revive y que palpita
del pecho hasta los labios que la aguardan.
Sabía que quería aquellos pasos
y también la figura tan amada,
sentía los suspiros y el deseo,
la lava por su sangre sin palabras.
...Pero tembló de frío y no de miedo,
la eterna soledad lo acompañaba,
estaba con sus sueños simplemente,
amando a quien quizás nunca lo amara...
Rafael Sánchez Ortega ©
21/12/10
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