Entre nubes y lluvias de otoño
simplemente contemplo el silencio,
él me abraza y me besa con fuerza
y atenúa mis débiles sueños.
Estoy triste y me ciega la lluvia,
de mis ojos perdidos y viejos
se desprenden dos perlas sencillas
que se marchan sin más a los suelos.
Un suspiro se escapa del alma,
un latido se ahoga en el pecho,
pero sigue cayendo la lluvia
de las nubes que van por el cielo.
Hay galernas que rugen y vienen,
temporales pasados con ecos,
de otros tiempos quizás retenidos
con profundos y oscuros secretos.
Yo quisiera soltar las cadenas,
las amarras de lastres y cepos,
y sentir esa brisa profunda
que estremezca mi piel y mi cuerpo.
Pero sigo sintiendo la lluvia
y mirando a la nube muy lejos,
y mis lágrimas siguen rodando
mientras buscan la paz de los muertos.
Yo te busco silencio absoluto,
y te digo que sí, que te quiero,
que renuncio a seguir en la vida
de placeres y vicios perversos.
Una noche escuché una campana
y temblé como un niño despierto,
sin saber que era el grito apagado,
un gemido, sin más, y un lamento.
El lamento del niño perdido,
el gemido, tal vez, de los ciegos,
los que buscan la paz de las almas
más allá del amor y el deseo.
"...Yo quisiera por eso, ser nube,
y dormirme a tu lado sin miedo,
y sentir el embrujo que llevas
y abrazarte, mi amado silencio..."
Rafael Sánchez Ortega ©
02/12/10
simplemente contemplo el silencio,
él me abraza y me besa con fuerza
y atenúa mis débiles sueños.
Estoy triste y me ciega la lluvia,
de mis ojos perdidos y viejos
se desprenden dos perlas sencillas
que se marchan sin más a los suelos.
Un suspiro se escapa del alma,
un latido se ahoga en el pecho,
pero sigue cayendo la lluvia
de las nubes que van por el cielo.
Hay galernas que rugen y vienen,
temporales pasados con ecos,
de otros tiempos quizás retenidos
con profundos y oscuros secretos.
Yo quisiera soltar las cadenas,
las amarras de lastres y cepos,
y sentir esa brisa profunda
que estremezca mi piel y mi cuerpo.
Pero sigo sintiendo la lluvia
y mirando a la nube muy lejos,
y mis lágrimas siguen rodando
mientras buscan la paz de los muertos.
Yo te busco silencio absoluto,
y te digo que sí, que te quiero,
que renuncio a seguir en la vida
de placeres y vicios perversos.
Una noche escuché una campana
y temblé como un niño despierto,
sin saber que era el grito apagado,
un gemido, sin más, y un lamento.
El lamento del niño perdido,
el gemido, tal vez, de los ciegos,
los que buscan la paz de las almas
más allá del amor y el deseo.
"...Yo quisiera por eso, ser nube,
y dormirme a tu lado sin miedo,
y sentir el embrujo que llevas
y abrazarte, mi amado silencio..."
Rafael Sánchez Ortega ©
02/12/10
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