Es cierto que mi mundo es el silencio
y que en él tengo diálogos y charlas,
allí estoy con la brisa y el nordeste
recibiendo el mensaje de las aguas.
Pero hablé del silencio en otros versos
y ahora es el silencio quien me habla,
quien me deja suspiros misteriosos,
y mensajes de pájaros y plantas.
Son las piedras labradas de la iglesia
las que cuentan de fieles y desgranan,
esas misas por ellos ofrecidas
y los rezos devotos por sus almas.
Es el canto del mar junto a las olas
cuando llega indolente hasta la playa,
y se estira con sueño merecido
por la arena caliente y tan dorada.
También siento el silencio de los muertos,
el mensaje que emite sin palabras,
esa voz que se escapa de las tumbas
y protesta de estar encadenada.
Hay silencio en los montes tan cercanos
y una luz de la nieve en las montañas,
quizás es el reflejo de los dioses
escribiendo sus páginas sagradas.
Y hasta el río que baja en el deshielo,
el que ruge y se estrella en las gargantas,
hace suyo también este silencio
y al final sus protestas se las calla.
Hay quietud en las calles y en la noche,
la ribera con niebla está descalza,
y se duermen temprano las gaviotas
bajo el tibio reclamo de sus alas.
Pero hay un silencio que es mi mundo,
y mi mundo no sabe de distancias,
es el simple silencio de la vida
quien me cuenta las cosas más preciadas.
Es la vida que lleva en el silencio,
sentimientos, victorias y desgracias,
es el crudo reflejo del momento
quien me habla y comenta lo que pasa.
Mi silencio está vivo todavía,
y a su lado navego con mi barca,
para ir a los mares del silencio
a dormir en los brazos que me aguardan.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/12/10
y que en él tengo diálogos y charlas,
allí estoy con la brisa y el nordeste
recibiendo el mensaje de las aguas.
Pero hablé del silencio en otros versos
y ahora es el silencio quien me habla,
quien me deja suspiros misteriosos,
y mensajes de pájaros y plantas.
Son las piedras labradas de la iglesia
las que cuentan de fieles y desgranan,
esas misas por ellos ofrecidas
y los rezos devotos por sus almas.
Es el canto del mar junto a las olas
cuando llega indolente hasta la playa,
y se estira con sueño merecido
por la arena caliente y tan dorada.
También siento el silencio de los muertos,
el mensaje que emite sin palabras,
esa voz que se escapa de las tumbas
y protesta de estar encadenada.
Hay silencio en los montes tan cercanos
y una luz de la nieve en las montañas,
quizás es el reflejo de los dioses
escribiendo sus páginas sagradas.
Y hasta el río que baja en el deshielo,
el que ruge y se estrella en las gargantas,
hace suyo también este silencio
y al final sus protestas se las calla.
Hay quietud en las calles y en la noche,
la ribera con niebla está descalza,
y se duermen temprano las gaviotas
bajo el tibio reclamo de sus alas.
Pero hay un silencio que es mi mundo,
y mi mundo no sabe de distancias,
es el simple silencio de la vida
quien me cuenta las cosas más preciadas.
Es la vida que lleva en el silencio,
sentimientos, victorias y desgracias,
es el crudo reflejo del momento
quien me habla y comenta lo que pasa.
Mi silencio está vivo todavía,
y a su lado navego con mi barca,
para ir a los mares del silencio
a dormir en los brazos que me aguardan.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/12/10
Solo quiero decirte que me gustan tus silencios, los míos en ocasiones los hago callar, no me gusta lo que me dicen.
ResponderEliminarAbrazos
Cada silencio es particular y peculiar, a la vez Amy. A mí tampoco me gustan mis silencios en algunas ocasiones y por eso salen a mis letras, quizás en una protesta "silenciosa".
EliminarSi acaso saber "que te han gustado", ya me brinda una sonrisa en este día.
Un abrazo.