Después de mucho tiempo
volvì de nuevo a verte,
venías con tu gracia,
sonrisa fiel y alegre.
Venías a mi lado,
llamaste para verme,
y un cúmulo de de nubes
volvieron a mi frente.
Atrás, en el pasado,
quedaste entre la nieve,
quedaste en el recuerdo
preciosa como eres.
Retorno hacia ese tiempo
de rosas y claveles,
suspiros y palabras
llevadas a mis sienes.
Latidos presurosos
de pechos muy ardientes,
y un halo de ternura
rozando los cipreses.
Mis manos te buscaban
en versos y papeles,
mi pluma te escribía
poemas sin corchetes.
"La música sonando
las almas enternecen,
y dejan ese caldo
de luces y cohetes".
Entonces una noche
dijiste tiernamente,
palabras que no olvido
con voz pausada y breve.
Dijiste que me amabas
sabiéndome carente,
querías mis abrazos,
mi cuerpo rudo y fuerte.
Querías mi respuesta
sabiéndome muy débil,
querías mis caricias
mis besos tan ardientes.
Y yo, necesitado,
de amor y luz celeste,
no vi tras tus palabras
las sombras y dobleces.
Por eso, con el tiempo,
mi llanto llegó al césped,
bajando de mis ojos
las lágrimas silentes.
Y así, como la noche,
unió dos almas leves,
un ángel otra noche
me dijo al fin, "detente".
Y allí quedó aparcado
el viaje en los andenes,
mirando la partida
del tren tan sugerente.
Quedaron entre el polvo
amores y quereres,
quedaron olvidados
los sueños de un septiembre.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/06/11
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