Mi ventana se ha abierto de repente
y ha llegado la vida de la calle,
esa vida que late y que palpita
y que grita en su esencia lo que sabe.
Es por eso que he visto muchas cosas,
unas buenas y otras desagradables,
al final he agachado la cabeza
y he buscado la meta en otra parte.
He escuchado la voz de la conciencia
y el pensar de unos jóvenes amables,
contrastando sus puntos y opiniones
y observando distancias abismales.
Es posible que el tiempo y la distancia
nos alejen del mundo y del debate,
y también que veamos poesía
donde no hay más que penas y maldades.
También puede que yo esté equivocado,
y que sienta la ausencia de ideales,
sin pensar que avanzamos en el tiempo
y atrás quedan recuerdos imborrables.
Pero debo mirar este presente
y también el futuro y sus contrastes,
como miro la lluvia cuando llega
y la veo caer tras los cristales.
Esta vida es mi vida y yo la acepto,
aunque existan escenas que no aguante,
aunque el mundo camine a la locura
y el Amor ya no esté en ninguna parte.
Porque Dios me ha dejado en esta tierra
en los brazos de dudas y saudades,
deshojando la eterna margarita
para dar la respuesta que me calme.
Es mi alma quien hace la pregunta,
la que busca el Amor, aunque se canse,
la que lleva la eterna mariposa
del jardín de los lirios y rosales.
Al final sé que el tiempo está parado
y el timón detenido de mi nave,
esperando la mano temblorosa
y el nordeste y la brisa de los mares.
Yo contemplo la vida que desfila
y la entiendo a pesar de los pesares,
más persigo, de siempre, entre mis versos
una dulce utopía inalcanzable.
El Amor es la meta de mis sueños,
el amor de los niños y los grandes,
el amor con que sueñan los poetas
y en sus letras transforma en inmortales.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/06/11
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