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viernes, 3 de junio de 2011
FUI A TU ENCUENTRO...
Fui a tu encuentro y te vi diferente.
Estabas triste y ausente y entonces
una increíble ternura me hizo abrazarte.
Quería arrancarte esa tristeza,
quería llenarte de caricias,
quería que la sonrisa volviera
a tus labios,
quería sentirte,
notar ese latido febril de tu pecho,
quería tu mirada y ese libro increíble
de tus ojos, donde guardas celosamente
tus secretos,
quería tu cuerpo para escribir en él
en la noche, para ir desgranando mis versos,
para hacerte vibrar y suspirar
hasta sacar esos gemidos de pasión,
hasta conseguir que tu cuerpo
recobrase el candor, la ternura,
la frescura que siempre conocí.
Pero te quería a ti, mi niña.
Quería que esas horas no acabasen,
que el tiempo se detuviera,
que los segundos se congelaran,
que tu cuerpo me gritara y me pidiera
y que yo te complaciera, lentamente,
hasta conseguir de nuevo que la luz
de tu mirada floreciera,
que tus manos cobraran esa vida
y tu sonrisa seductora me envolviera
como siempre.
...Fue una noche larga, pero hermosa,
yo escribía y tú mirabas,
yo escribía sobre ti, sobre tus cosas,
y escribía en el cuaderno inmaculado
de tu cuerpo,
con el tiempo detenido,
apurando los segundos,
hasta que no pudiste más y te arrancaste
en un susurro diciendo:
¡Te quiero mi Amor, te quiero!
...Y nos amamos allí, entre las sombras
de la noche. Nos amamos como niños,
como adultos,
con tu entrega,
en un abrazo interminable.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/06/11
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