Quizás un día, cuando despiertes
veas la tierra y el campo verde,
veas la estrella, que titilando,
va con la noche bajo su manto.
Entonces piensa, querida amiga,
que todo sueño pasa deprisa,
que los luceros se van marchando
mientras el día deja su encanto.
Porque los sueños son solo sueños
son un compendio de luz y juegos,
son fantasías que vas creando
mientras esperas oír sus pasos.
Es la gaviota que alza su vuelo,
sobre los barcos y sobre el puerto,
marcha tranquila, brazada en largo,
con su plumaje de gris y blanco.
En ese día, quizás tus ojos,
se maravillen poquito a poco,
entre las notas del fiel piano
y luego admiren las finas manos.
Las que acarician, las que retocan,
las que estremecen las cuerdas locas,
las que arrugadas van hasta el fango,
van a la tierra, van al trabajo.
Porque la vida va con el río,
el que deshiela nuestro destino,
va con sudores corriente abajo,
va hacia la muerte y el campo santo.
Busca las aguas, busca los mares,
busca en la playa los oleajes,
allí se sienta, musita un canto,
pasan las horas, llega el ocaso.
Quizás entonces, tal vez suspires,
mientras escuches, en los cantiles,
bramar las olas que van llegando
y en un susurro trazan un lazo.
Trazan mil signos mientras estallan,
mientras golpean la costa anciana,
mientras se escuchan voces y salmos
de la galerna que está bramando.
Y mientras tanto guarda tus fuerzas,
contén el alma con lo que tengas,
con el cariño que estés soñando,
abre los ojos, siente mi abrazo.
Mira los míos que a ti te buscan,
mira mi frente, no tiene dudas,
y más abajo, entre mis labios,
están los besos que te he guardado.
"...Quizás un día, cuando despiertes,
veas el cielo de azul celeste,
veas mis ojos, sientas mis manos
que por tu cuerpo te van amando..."
Rafael Sánchez Ortega ©
30/05/11
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