Son las cinco de la tarde
y hay silencio en la pradera,
una brisa muy ligera
deja un verso sin alarde
que le roza la mejilla
y estremece su costilla.
A lo lejos, la campana,
tintinea, muy lejana,
con lamento y semitono,
cual preludio de un abono
y una música cercana.
De repente, entra en escena,
una ardilla saltarina
que se esquila por la encina
extendiendo su melena
y abrazándose a una rama
para ver el panorama.
¡Qué belleza y qué inocencia
de esta imagen con su esencia,
que se mete en nuestros ojos
y nos quita los enojos,
y rechaza la violencia!
Mas la tarde se apresura,
pues se encuentra muy cansada,
y la noche, alborozada,
va ofreciendo su ternura,
en las sombras silenciosas
que se ofrecen deliciosas.
Nuestra ardilla siente el viento
y una página del cuento,
que leído por la luna,
trae recuerdos de la cuna
y unos versos de alimento.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/11/19
Qué ardillita laboriosa, que, en la tarde, asoma de su madriguera para despedir el día.
ResponderEliminarUn abrazo
Así son las ardillas, Albada Dos, imprevistas.
EliminarUn abrazo.
Tu poema es el desarrollo de una escena de naturaleza y vida... te quedó precioso...
ResponderEliminarAbrazo
Gracias Impersonem.
EliminarAbrazo.