Se deslizan los dedos
y comienza el desorden,
como agreste susurro
de la brisa del norte,
un cuchillo afilado,
una nube sin nombre,
un violín sin artista
en un cuadro sin orden,
y de pronto aparece
un gentil sacerdote
con su capa dorada
tras un ramo de flores.
Todo son fantasías,
y fugaces visiones,
escapadas al cielo
por los dedos de un monje...
Se deslizan los dedos
de manera muy torpe
y lo hacen buscando,
mil oscuros rincones,
por angostas cañadas
que han perdido colores,
por desiertos silentes
con arenas de cobre,
y los dedos se cansan,
hasta sufren dolores,
porque sangran y lloran
como viejos relojes,
aunque luego se animen
y se muestren veloces,
al sentir los suspiros
de la piel que recorren...
"...Se deslizan los dedos
en perfecto desorden,
mientras siento los tuyos
disipar mis temores..."
Rafael Sánchez Ortega ©
08/12/19
Un recorrido por el tiempo y por los miedos. Interesante y cautivador poema.
ResponderEliminarUn abrazo
Disipar los temores al son de unas teclas...
ResponderEliminarBesos.
Tanteando inseguros al principio. Poco a poco nos vamos dejando llevar dejando atrás las inseguridades, las torpezas que nos asustan. Poco a poco...
ResponderEliminarPrecioso.
Así es, Galilea.
EliminarUn abrazo y gracias.
Me gusta esa imagen de "perfecto desorden" del movimiento de los dedos...
ResponderEliminarLos recuerdos pesan, pero no pasan... son memoria necesaria para seguir adelante...
Abrazo
Cierto Impersonem, es como dices.
EliminarAbrazo.