En un velero
marcharon nuestros sueños
sin rumbo fijo.
Aquella infancia
surcaba los océanos
sin tener miedo.
Olas gigantes
rompían en la quilla
y atrás quedaban.
Una bandera
se alzaba con tu nombre
sobre mis ojos.
Y te veía
cual rosa de los vientos
y eras mi norte.
Brújula tierna,
al norte me indicabas
y te seguía.
Al fin llegamos
después de un largo viaje
con peripecias.
Guardo los besos,
el yodo y el salitre
de aquellos labios.
Guardo tu rostro,
tus ojos, en mi alma
y corazón.
Rafael Sánchez Ortega ©
02/02/21
Recuerdo muchas imágenes y escritos sobre una escena parecida. El barco que partía y con él los sueños de un misterioso tripulante que hacía de todo, de marinero, de capìtán y que, tal vez, era solo un grumete o el nieto, al que un abuelo contaba una historia mientras preparaba las hebras de tabaco en la cazoleta de su vieja pipa.
Muy evocador, amigo Rafael... le encuentro esa otra lectura, el devenir de la vida, lo que dejamos, lo que tenemos, lo que conseguimos, sin olvidar lo que tuvimos. Precioso poema.
ResponderEliminarMil besitos en la tarde.
Gracias Auroratris, me alegro de tus palabras.
EliminarUn abrazo en la tarde.
Lindo poema, de esos sueños que tuvimos y pusimos en un barquito de papel.
ResponderEliminarUn abrazo
Así es Maripau, todo tuvimos alguno.
EliminarUn abrazo.
Un poema para imaginar, para soltar las amarras de la imaginación y ser ese marinero grumete que viaja a la deriva con sólo sueños por compañía.
ResponderEliminarmariarosa
Gracias María Rosa por intentar ser ese "marinero" a través de la lectura.
EliminarUn abrazo.
Bella travesía, con el mar y el amor como guías.
ResponderEliminarBesos y buena semana amigo! Paty
Gracias por tus palabras Paty.
EliminarUn abrazo y feliz semana también para ti.