Tatué tu nombre,
al roble, aquella tarde,
del viejo bosque.
Y nos besamos,
también, bajo sus ramas,
con gran pasión.
Fuimos felices,
trazando muchos sueños
para el futuro.
Pasó la tarde,
vinieron muchos días
con otros ratos.
Y compartimos,
momentos con el roble
en su rincón.
Aquel tatuaje,
crecía con nosotros
y mil proyectos.
Besos, caricias,
repletos de ternura,
nos repartimos.
Y pasó el tiempo,
la vida fue un suspiro
y despertamos.
Hoy, hemos vuelto,
al roble envejecido
con el tatuaje.
Y allí seguía,
la marca inconfundible
de nuestro amor.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/06/24
A pesar de que cuando hieren una corteza de árbol me dule un poco, sí es cierto que como un tatuaje pervive, recordándonos ese momento.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, Rafael.
Gracias por tus palabras y comentarios de hoy, Maripau.
EliminarUn abrazo.
Hoy tu poema es como una canción, un viejo roble y la huella de un amor. Besotes, feliz domingo.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo y feliz domingo también para ti.
Es tatuar el instante, la compañía, la etapa de vida con ese tatuaje en la corteza, viva, no lo olvidemos.
ResponderEliminarPor esos corazones que un día nos atrevimos a dejar permamentes. Un abrazo enorme, Rafael.
Gracias Maripau.
EliminarUn abrazo.
Lindos recuerdos que quedan grabados a pesar del tiempo pasado.
ResponderEliminarMariarosa
Gracias María Rosa.
EliminarUn abrazo.
Preciosos recuerdos de una vida entera.
ResponderEliminar❤
En un roble, ni más ni menos.
ResponderEliminarPor eso persiste.
Elegisteis buen árbol.
Abrazo, Rafael.