Una tarde de otoño
me enseñaste unas letras
con tu sangre en la tinta
y me hablaste con ellas.
Me contaste mil cosas
en sus rimas inquietas,
y también me mostraste
la ternura que llevas.
Es tu alma, sin duda,
la que pulsa esas teclas,
la que hace y transforma
a la rima en poema.
Y nacieron suspiros
con sus alas traviesas,
y cerrando los ojos
yo sentí tu presencia.
Me invitaste a tu vuelo
y acepté sin reservas,
y dormí entre tus alas,
muy sutiles, de seda.
Y cruzamos los versos
evitando respuestas,
de preguntas capciosas
por amos al poema.
Y es que nunca lo hablamos,
pero amamos las letras,
y se amaron las almas
de una forma sincera.
Yo temblé, en el silencio,
con mis miedos y penas,
al sentir la penumbra
y temer que te fueras.
Más la luz de la vida
comprendió que el poema,
eran versos y tinta
de la sangre y las venas.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/06/24
Siempre que te leo,tus poemas traen serenidad,imagenes nitidas,belleza singular.Me encanta!Un abrazo cariñoso!
ResponderEliminarGracias Menta.
EliminarUn abrazo.
Simplemente precioso Rafael. Estás inspirado. Un besote.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo.
Así se manifiesta el amor a las letras, más aun cuando une almas. Hermosos versos amigo, que evocan situaciones maravillosas. Te mando un abrazo.
ResponderEliminarPaty
Gracias Paty.
EliminarUn abrazo.
El otoño suele ser tiempo de poemas, y nostalgias. Como tu bello poema, siempre es un placer leerte.
ResponderEliminarmariarosa
Gracias María Rosa.
EliminarUn abrazo.
El otoño nos deja gran fuerza e inspiración para seguir creando la vida, Rafael...Magia y eternidad en tus letras, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo manchego en la tarde.