Dedícame un poema desde el alma
que emita su profunda melodía,
entonces dormiré con ese adagio
de calma, de ilusión y de caricias.
Es fácil que los versos se confundan
y mezclen la pasión con fantasías,
que salgan los suspiros y los sueños
en busca de la paz que necesitan.
Más quiero remitirme a tus palabras,
al alma y al poema que pedía,
me pides que trasmita lo que sientes
y aclare tu garganta enmudecida.
No sé si mis metáforas son aire
o incluso son jirones de la brisa,
quizás sea el nordeste y la nostalgia
que vuelven con las olas a la orilla.
Me gusta navegar en estos mares
con olas colosales y bravías,
me siento acariciado por los vientos
que rozan con sus besos mis mejillas.
Entonces vuelvo a ti, y a tu poema,
al alma que gritaba enternecida,
al pecho que clamaba suplicando
la sangre de otro pecho con su tinta.
El verso inmaculado en una noche,
la voz en la mirada y la retina,
la luz que le llegara sin palabras,
del faro tan amado y su pupila.
Yo pienso que un poema no se escribe,
que sale desde el alma a la cuartilla,
que surje, sin pensarlo, en un instante,
en forma de cariño y de sonrisa.
No busco los aplausos con mis versos,
tan solo que te lleven alegría,
que arranquen la sonrisa de tus labios
y el arpa de tu alma cobre vida.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/04/12
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