Es una noche sin luna
que se presta a confusión,
una noche como tantas
con silencio en derredor.
Un gato cruza la plaza
y tras él van otros dos,
dos gatitos pequeñitos
dos cachorros sin temor.
Yo les miro en el silencio
apoyado en mil balcón,
tras la vieja barandilla
y muy cerca de un farol.
Me pregunto, mientras pasan
los minimos, sin rubor,
si en el cielo vigilante
hoy se encuentra nuestro Dios.
Y si atiende nuestras almas
para darles su candor
y ofrecerles la caricia
que desean con pasión.
Todo esto me pregunto,
sin respuesta ni color,
mientras escucho a lo lejos
un galope muy veloz.
Más escuchando de nuevo
comprendí la confusión,
no es galope de caballos,
es el mar con su rumor.
Es la eterna marejada
de las olas con su amor,
las que llegan a la playa
y nos dejan su canción.
Es la dulce melodía
que se escucha con fervor,
es el baile de las olas
compartiendo su rincón.
Yo contemplo embelesado
este cuadro sin actor,
este lienzo y acuarela
apurando la ocasión.
Ya no hay gatos a la vista,
mi cigarro se apagó,
sólo estoy con los recuerdos
apoyado en mi balcón.
Los recuerdos del pasado,
"las nostalgias de mi yo",
esas sombras de la noche,
las que ansían otro "sol".
Otros labios temblorosos
con los besos de pasión,
y el suspiro dulce y tierno
de tu pecho con amor.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/04/12
en una noche sin luna las estrellas danzan y todo es posible,
ResponderEliminarun abrazo
Cierto Arena, todo es posible, como bien dices, desde la contemplación a la acción.
ResponderEliminarUn abrazo,
Rafael