Te quise ofrecer Amor,
todo cuanto yo tenía,
pero volaste muy lejos
con la mirada encendida.
Ibas cubierta de gloria
con la inocencia en ti misma
y hasta te ardía la cara
y las rosadas mejillas.
Ibas también tras los sueños
para saciar a tus prisas
y te olvidaste del mundo
y mi presencia cautiva.
Ibas cual rosa temprana
toda tan llena de vida,
que las alondras cantaron
para anunciar tu partida.
...Atrás me quedé, Amor,
con el silencio y la brisa,
con tantos sueños formados
de tu presencia y la mía.
Y me quedé con las olas
meditabundo en la orilla,
mirando al mar, sin mirarlo
y bajo de él la restinga.
Una gaviota temprana
trajo candor a mi vista,
y la seguí con su vuelo
hacia la costa sin prisa.
Nada tenía sentido
porque faltabas, mi niña,
nada alegraba mis ojos
ante tu ausencia y tu risa.
...Un día, años más tarde,
un viejecito dormía,
sólo y sentado en un banco
y junto a él una ardilla.
Era una ardilla preciosa
con la mirada divina
y hasta el viejito llegaba
sin arrogancia y malicia.
Éste la mira y sonríe
y ella sin más se retira,
para dejar el silencio
a quien paciente lo cuida.
Cierra los ojos entonces
nuestro viejito y suspira,
hay mil preguntas que nunca
nadie le hizo ni haría.
"...Te quise ofrecer Amor,
algo eterno a tu pupila,
pero volaste muy lejos
buscando otra fantasía..."
Rafael Sánchez Ortega ©
17/04/12
Pueden ser muchas las circunstancias, por las que se decida emprender el vuelo, pero si aquel amor los envolvió a los dos, no hay distancia que los aleje.
ResponderEliminarNunca pierdas la esperanza.
Abrazos alados, Rafael.
Un abrazo Diana desde el recuerdo y los sueños.
ResponderEliminarRafael
Hola Rafael:
ResponderEliminarAsí es a veces el amor; parece que nunca está conforme y busca y busca allá en las alturas, cuando muy cercano, existen manos abiertas que no tienen esa necesidad de extender sus alas para poder soñar.
Un bello poema. Gracias por visitarme.
Te envío un saludo poeta. Juan.
Gracias por tu visita Juan y por tu acertado comentario.
ResponderEliminarUn saludo.