Hagamos un paréntesis sin pausa,
dejemos que las teclas del piano
nos tejan estas dulces melodías
que calmen a las almas mientras tanto.
Volemos con las notas misteriosas,
igual que mariposas de las manos,
surquemos los espacios más remotos
llevando nuestra paz a todos lados.
Brindemos con la música celeste
que sueltan las estrellas y los astros,
bebamos esa dulce sinfonía
en medio de la noche del verano.
Hagamos carantoñas a las olas
revolviendo sus bucles sin descanso,
y aspiremos el yodo y el salitre
que nos dejan los mares y los barcos.
Remolinos de luces de colores
se amontonan también en los regazos,
y nos llevan a ferias infantiles
tras las notas tan tiernas del adagio.
"Hagamos un paréntesis", decía,
el maestro con rostro ilusionado,
el poeta con pelo tan revuelto
y hasta el niño con libros bajo el brazo.
Pero el tiempo se pasa muy deprisa,
y ese tiempo, conviene recordarlo,
es igual para niños y mayores
y se queda más corto en los ancianos.
Yo no sé si el paréntesis pedido
es igual a un reloj que está parado,
o debemos pulsar la manecilla
y escuchar esta nota de que hablo.
Esta nota tan linda y misteriosa
es aquella que siento y que he buscado,
es la esencia emanada de la tierra,
y el suspiro anhelante de los campos.
Es el ritmo vibrante de los cuerpos,
el contorno de senos que he besado,
el aroma de cuellos y de espaldas
y el susurro de pieles que me hablaron.
"...Hagamos un paréntesis, sin duda,
dejemos que palpiten sin descanso,
los cuerpos y los pechos que se aman
y buscan en la música su encanto..."
Rafael Sánchez Ortega ©
27/06/12
dejemos que las teclas del piano
nos tejan estas dulces melodías
que calmen a las almas mientras tanto.
Volemos con las notas misteriosas,
igual que mariposas de las manos,
surquemos los espacios más remotos
llevando nuestra paz a todos lados.
Brindemos con la música celeste
que sueltan las estrellas y los astros,
bebamos esa dulce sinfonía
en medio de la noche del verano.
Hagamos carantoñas a las olas
revolviendo sus bucles sin descanso,
y aspiremos el yodo y el salitre
que nos dejan los mares y los barcos.
Remolinos de luces de colores
se amontonan también en los regazos,
y nos llevan a ferias infantiles
tras las notas tan tiernas del adagio.
"Hagamos un paréntesis", decía,
el maestro con rostro ilusionado,
el poeta con pelo tan revuelto
y hasta el niño con libros bajo el brazo.
Pero el tiempo se pasa muy deprisa,
y ese tiempo, conviene recordarlo,
es igual para niños y mayores
y se queda más corto en los ancianos.
Yo no sé si el paréntesis pedido
es igual a un reloj que está parado,
o debemos pulsar la manecilla
y escuchar esta nota de que hablo.
Esta nota tan linda y misteriosa
es aquella que siento y que he buscado,
es la esencia emanada de la tierra,
y el suspiro anhelante de los campos.
Es el ritmo vibrante de los cuerpos,
el contorno de senos que he besado,
el aroma de cuellos y de espaldas
y el susurro de pieles que me hablaron.
"...Hagamos un paréntesis, sin duda,
dejemos que palpiten sin descanso,
los cuerpos y los pechos que se aman
y buscan en la música su encanto..."
Rafael Sánchez Ortega ©
27/06/12
Música, amor, tiempo…querido amigo, con tu poema nos haces reaccionar y apreciar nuestro tiempo… Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo caluroso desde Valencia
Hagamos un paréntesis, y recordemos lo vivido.
ResponderEliminarHermoso poema. Un abrazo Rafael.
Gracias por tu visita y comentario Marine. Que disfrutéis de estos días por Valencia y volváis renovados.
ResponderEliminarUn abrazo también caluroso desde San Vicente.
Es lo mejor Pepa, ¿no crees?... A veces esos paréntesis son casi obligados.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día.