El viejo roble
yacía, entristecido,
en el otoño.
Sus viejas ramas
y el tronco bien curtido
por los inviernos.
¡Qué bella estampa,
del árbol centenario
la que mostraba!
Yo vi su vida
tatuada en el recuerdo
de mi pasado.
Y vi, con ella,
la luchas y batallas,
del día a día.
Amor y odio,
sonrisas junto a llantos,
todo mezclado.
Y vi, hasta el viento,
hablarle, sin palabras,
desde el silencio.
¡Cuántas historias,
vagaron por las sombras
del viejo roble!
Por eso, ahora,
le miro y me estremezco:
"Soy ese roble".
Rafael Sánchez Ortega ©
19/08/23
La estrofa final es magnífica, acabamos siendo ese roble que enseña el paso del tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo, Rafael
Gracias por fijarte en esos versos, Maripau.
EliminarUn abrazo.
Lindo poema me gusto mucho. Te mando un beso Enamorada de las letras
ResponderEliminarGracias por tu visita y comentario, J.P. Alexander
Eliminar