Eran libros apilados
en las baldas de un desván
con relatos y poemas
descansando de bregar.
Y esa vida de lecturas
de una vida sin igual,
reposaba en otro cuarto
recostada en un sofá.
Era el cuerpo de una niña,
con un rostro angelical,
que heredó de sus mayores
esos libros del hogar.
Un tesoro entre sus manos
y a sus ojos la señal,
de una vida tras los muros
de la casa donde está.
Y la vida, con la brisa,
cada día llegará,
de horizontes muy lejanos
con las olas de la mar.
Son un beso susurrante,
y un rumor que llegará,
hasta el alma de la joven
con mil sueños de cristal.
Eran libros apilados
y eran versos sin firmar,
aunque en ellos, tus latidos,
la sonrisa dejarán.
Rafael Sánchez Ortega ©
05/07/24
Muy buenos días, feliz comienzo de semana y que mejor con este poema que nos ofreces. Bellísimo como la imagen me ha gustado mucho. Un besote.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo.
Hola Rafael, una niña con amor a los libros y tu poema recordandola. Bonito.
ResponderEliminarUn abrazo desde el frío.
Gracias María Rosa.
EliminarUn abrazo.
Qué preciosidad!!
ResponderEliminarTodo un lujo leerte ❤❤
Gracias por tus comentarios de hoy, Galilea, eres muy generosa.
EliminarUn abrazo.
Esa niña que amaba los libros, hoy será una gran e inolvidable mujer, Rafael...Muy hermoso y emotivo tu poema, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y mi ánimo
"Un tesoro entre sus manos"
ResponderEliminarY tanto.
Abrazo, Rafael.